Los huracanes, tifones y ciclones tropicales, conocidos como las “máquinas de vapor” de la naturaleza, están cambiando de comportamiento debido al aumento de la temperatura en los océanos, y las consecuencias son devastadoras. Estas tormentas utilizan el calor del océano para generar energía, provocando destrucción masiva en su camino. A medida que las temperaturas del agua alcanzan niveles récord, los huracanes se vuelven menos predecibles, más intensos y más peligrosos.
La temporada de huracanes está comenzando antes y está teniendo una duración más extensa en comparación a años anteriores, en línea con lo que se espera debido al cambio climático. Expertos como James Kossin señalan que el calentamiento global está haciendo que los huracanes comiencen a formarse en meses donde antes no lo hacían, y la tendencia es que estas temporadas se seguirán expandiendo.
Además, la intensidad máxima de los huracanes ha aumentado. Investigaciones muestran que, desde 1979, la fuerza de las tormentas ha crecido un 6% por década. Las tormentas ahora tienen un 25% más de probabilidad de alcanzar velocidades de 180 km/h, lo que las convierte en huracanes de categoría 3 o más.
Uno de los cambios más peligrosos es que los huracanes se están moviendo más lentamente. Esto les da más tiempo para descargar lluvia en las zonas afectadas, aumentando el riesgo de inundaciones catastróficas. Por ejemplo, el huracán Debby, de categoría 1, provocó lluvias devastadoras en la costa del Golfo de Florida en agosto de 2024.
Además, la trayectoria de los huracanes está cambiando, lo que expone a nuevas regiones a estos fenómenos. En el hemisferio norte, las tormentas se están desplazando hacia el norte, y en el hemisferio sur hacia el sur, afectando a zonas que no estaban preparadas para enfrentarlas.
El aumento del nivel del mar y la erosión de barreras naturales, como la reducción de la contaminación que antes enfriaba el océano, agravan la situación. Sin embargo, con tecnología avanzada, sistemas de alerta temprana y políticas de adaptación, se pueden mitigar los impactos.
Un ejemplo de lo anteriormente hablado es el huracán Milton, el cual impactó la costa del Golfo de Florida como una tormenta de categoría 3, provocando tornados, lluvias torrenciales y dejando millones sin electricidad. La tormenta, que causó al menos 16 muertes, se intensificó rápidamente desde una depresión tropical a categoría 5 en solo 48 horas, estableciendo un récord.
Milton es el tercer huracán que golpea Florida este año, fenómeno vinculado al calentamiento de las aguas del Golfo debido al cambio climático. Las lluvias provocaron graves inundaciones, con más de 18 pulgadas en St. Petersburg. Además, se registraron más de 30 tornados en el estado, y más de 3 millones de personas quedaron sin electricidad.
Para aquellos que viven en zonas vulnerables a los huracanes, realizar adaptaciones amplias en edificios y desarrollos podría ayudar a preservar viviendas e infraestructuras. Además, contar con sistemas de alerta temprana confiables puede ofrecer una ventaja crucial para asegurar la seguridad de las personas. Existen también soluciones naturales que podrían fortalecer las áreas insulares y costeras, como plantar vegetación que estabilice las pendientes o restaurar bancos de ostras perdidos.
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